Vida Salvaje de las emociones. Capítulo 12 ¿Cómo funciona la memoria?

 In Vida Salvaje de las emociones y los pensamientos.

La memoria es un tema que siempre me ha fascinado. Durante años, he tenido la oportunidad de profundizar en su estudio y meditar sobre ella. Cuanto más la conozco, más me doy cuenta de lo lejos que está la memoria de ser una simple grabación de nuestra vida. Es un proceso mucho más complejo, subjetivo y sorprendente de lo que se imagina.

Muchos piensan que la memoria funciona como el disco duro de una computadora: almacena cada experiencia tal cual ocurrió y, cuando queremos, simplemente accedemos a esos archivos y reproducimos los momentos vividos. La neurociencia demuestra que la realidad es muy diferente.

La memoria, en esencia, es un proceso de reconstrucción. Cuando recordamos, nuestro cerebro no reproduce una grabación fiel de lo que sucedió. En lugar de eso, lo que hace es tomar fragmentos de información almacenados y construir una narrativa coherente a partir de ellos.

Esto significa que cada vez que evocamos un recuerdo, estamos haciéndolo a partir de distintos condicionantes:

  • Desde una perspectiva concreta (la nuestra).
  • Con las emociones que tuvimos y las que tenemos ahora mismo .
  • Desde una interpretación que obliga a que ese recuerdo se componga de una determinada manera.
  • Con los añadidos de nuestra imaginación para todos los «huecos» que quedan en esta reconstrucción, sin siquiera darnos cuenta.

Te invito a un juego: trae a la mente un recuerdo y podrás detectar fácilmente estos aspectos en él. No es necesario que traiga emociones intensas 🙂

La memoria y la imaginación: dos caras de una misma moneda

La neurociencia ha demostrado que las áreas cerebrales que utilizamos para recordar y para imaginar se solapan en gran medida. El hipocampo, por ejemplo, es fundamental tanto en la formación de recuerdos como en la capacidad de imaginar escenarios futuros. La amígdala le añade el componente emocional a ambos y también en ambos casos el córtex prefrontal asocia los distintos elementos, por exponer los tres principales actores de memoria e imaginación. Esto nos da una pista importante: cuando evocamos un recuerdo, nuestro cerebro está, en cierta medida, «creando» una nueva versión de esa experiencia.

Imaginemos, por ejemplo, una situación cotidiana: una discusión. Cada persona en esa situación se fija en algo diferente. Una persona podría centrarse en los gestos de enfado de su interlocutor y sentirse incómoda. Otra podría enfocarse en su propia rabia y reaccionar de forma agresiva. Y alguien más podría encontrar gracioso el tono de voz del que discute. Cada uno percibe algo distinto, y esa percepción influye directamente en el recuerdo que queda grabado.

Cuando días o años después evocamos esa discusión, no estamos recuperando una copia exacta de lo que ocurrió. Estamos reconstruyendo el evento según lo que nos llamó la atención y las emociones que sentimos en aquel momento. Y aquí radica uno de los grandes secretos de la memoria: no existe un solo «recuerdo verdadero». La forma en que recordamos una situación está profundamente influenciada por nuestra perspectiva subjetiva.

El poder evocador de los estímulos sensoriales

Otro aspecto fascinante de la memoria es cómo ciertos estímulos sensoriales desencadenan recuerdos vívidos de manera casi instantánea. Un aroma, un sabor o una canción pueden transportarnos de vuelta a momentos específicos de nuestra vida. Esto se debe a la relación estrecha entre los sentidos y el cerebro emocional.

Antonio Damasio, en su obra «Y el cerebro creó al hombre», explica maravillosamente cómo el cerebro reconstruye un recuerdo a partir de un estímulo concreto. Por ejemplo, imaginemos el caso de una persona que, al probar una galleta de chocolate, es transportada de vuelta a su infancia. El sabor puede evocar una escena completa: la cocina de su casa, el sonido de la radio, la voz de su madre,…

Este es el camino que nos explica Damasio, cada vez que el cerebro reconstruye un recuerdo:

  1. Primero, el cerebro se dispara ante algún fragmento de información muy relevante, relacionado con uno de los cinco sentidos.
  2. Después, lo une a otros fragmentos con los que lo tiene asociado, tanto del mismo sentido como de cualquiera de los otros cuatro.
  3. Completa la escena con el apoyo de la imaginación.

Todo ello, condicionado por los aspectos que antes hemos explicado. Por tanto, el recuerdo resultante siempre estará un poco idealizado, modificado por nuestra mente. Esto es lo que los neurocientíficos llaman la reconsolidación de la memoria: cada vez que recordamos algo, el recuerdo se vuelve a consolidar, pero no necesariamente de la misma manera en que lo hicimos la primera vez.

Es interesante reseñar que a cada persona unos sentidos le resultan más evocadores. Los más más evocadores suelen ser los del sabor y el olfato, seguidos por el del oído.

Una reconstrucción plausible, pero no perfecta

Así pues, la memoria no es un registro fiel de lo que hemos vivido, sino una aproximación plausible. Esto es algo que los criminólogos saben bien. A menudo, al interrogar a varios testigos de un mismo evento, encuentran que sus relatos difieren en ciertos detalles. Esto no significa que uno esté mintiendo o que sus recuerdos sean falsos. Simplemente, cada persona percibe y reconstruye los eventos de manera diferente. Incluso en el mismo momento, la atención se dirige a cosas distintas, y las emociones juegan un papel crucial en lo que se retiene.

La memoria humana es maravillosa en su complejidad y, aunque no sea un espejo perfecto del pasado, nos proporciona una narrativa coherente de quiénes somos y lo que hemos vivido. Entender que nuestros recuerdos están sujetos a la interpretación, tanto en el momento de la percepción como en el de la evocación, nos ayuda a ser más flexibles y comprensivos cuando nuestros recuerdos no coinciden exactamente con los de los demás.

Así que, la próxima vez que te enfrentes a un recuerdo diferente del de otra persona, recuerda: no se trata de quién tiene razón. Ambos tienen razón, desde sus respectivas perspectivas. La memoria es subjetiva, cambiante, y aunque nunca será una verdad absoluta, siempre será una parte esencial de nuestra historia personal.

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