Los verbos (II): La ventana indiscreta para conocer tu mundo y el de los demás. Herramienta de coaching.

 En Coaching 4 Evolutions. Las Etapas del Desarrollo, Comunicación Auténtica
Un relato de ficción de Daniel Álvarez Lamas. Revisado por Nuria de Castro Iglesias (¡Brillante!)
Gracias a Melisa Terriza por su revisión

Así terminó el anterior capítulo de «Los verbos» (si no lo has leído, puedes pinchar aquí):

– Realmente – continué -, somos aquello que tenemos en el primer plano de la mente, que depende de la acción que estamos realizando. Somos el papel que estamos representando en cada momento, que incluye lo que la «acción» significa para el “actor”, que es la propia persona.

– Por supuesto. Ya veo que lo tienes claro – dijo, satisfecho de poder pasar de página y echándose hacia atrás -. Viendo la importancia de la acción que estás realizando en cada momento, no te extrañará la importancia que le doy al verbo, que es lo que define la acción ¿verdad?

– Sí, ahora lo entiendo mejor – respondí -. Toda la frase nos dará información para conocer cómo se interpreta la acción, pero el verbo es la información primordial. El resto es como el contexto del verbo, los adornos de la joya.

– Así es, ¡qué metáfora tan acertada! Ahora vamos jugar con las palabras para que veas la fuerza que tiene cada verbo. Así aprenderás a leer lo que hay detrás de ellos. Digamos que esa es la parte práctica de todo esto.

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– Siguiendo con el mismo ejemplo de «decir» a nuestro hijo cómo comportarse en clase – continuó Nacho -, podemos interpretar ese verbo de diferentes maneras. Lo que ahora te propongo es que busquemos un verbo diferente para cada interpretación. Por ejemplo, podemos estar imaginando que, en vez de «decirle» a nuestro hijo cómo portarse en clase, se lo estamos «explicando». También podríamos imaginar que se lo estamos «imponiendo». Los verbos «explicar» o «imponer» representan una interpretación más precisa que el verbo «decir». Cada verbo revela, por tanto, la forma en que estás viviendo ese momento y, como ves, precisar el verbo es una excelente forma de clarificar lo que significa esa vivencia. Quédate con esta segunda idea clave: los verbos son la clave para entender el mapa de una persona.

– Entiendo. Si me doy cuenta de la acción que vive la persona y lo que significa para ella, sabré cómo es su mapa en ese momento y «quién está siendo», es decir, qué papel está jugando – resumí, pues quería asegurarme de que lo había comprendido -. Eso lo sabré fijándome en qué verbo utiliza. Cuanto más preciso sea éste, más claro tendré su mapa.

– Exactamente. Lo has entendido a la perfección. Fácil ¿no?

– Fácil y muy útil a la vez. Pero lo que no veo tan sencillo es tener una sola acción en mente. Normalmente tenemos un cúmulo de cosas rondando en la cabeza ¿Cómo comprendemos el mapa de alguien en ese caso?- pregunté, quedándome un momento pensativo -. Bueno, la primera cuestión sería ¿Cómo me entiendo a mí mismo cuando no estoy enfocado en una sola cosa? – concluí, sonriendo.

– Jajaja. Sabía que me lo ibas a preguntar – dijo Nacho, divertido -. Este es el germen de nuestra visión errónea de la realidad – continuó, serena pero firmemente -: muchas veces, ese cúmulo de cosas rondando en tu mente no están ordenadas, con lo que te conviertes en un lío de «acciones mentales». Te puedes acabar convirtiendo en un confusión de papeles y de personas, con sus correspondientes interpretaciones. Precisamente es eso lo que provoca ese estrés tan dañino, así como las acciones incongruentes que te perjudican a ti a los demás.

– Ya entiendo – murmuré, profundamente conmovido por una verdad tan reveladora -. Esas acciones de las que te arrepientes cuando recuperas la serenidad.

Nacho sonrió y quedamos en silencio unos momentos. Estaba completamente ensimismado, recordando alguna de esas acciones incongruentes y sintiendo compasión por mí mismo, por lo vulnerable que es el ser humano en ese estado de confusión. Me sentí indefenso ante ella y sentí aún más pena por mí mismo recordando cómo me auto-castigaba cuando me daba cuenta del daño que había producido. Esta revelación de Nacho me permitía sustituir la culpa por verdadera comprensión. Después levanté los ojos y me encontré con su mirada bondadosa y sonriente. Creo que había presenciado mis pensamientos. Yo también sonreí y un pensamiento cálido y claro brotó de ese estado de bondad comprensiva.

– Ésa es la razón por la que necesitamos practicar entrenamiento mental, meditación, prácticas de PNL o similares. No somos eficaces ni felices si no nos enfocamos en algo. Por lo que has explicado, si pensamos un lío de cosas, somos un lío de cosas. Como solemos decir, nos dispersamos. Es como si desparramáramos nuestra capacidad de pensar bien.

– Por supuesto – reforzó -. Sabía que lo comprenderías al momento. De hecho, cuando hacemos coaching, también ayudamos a que el pensamiento de la persona se enfoque, a que no esté disperso. Eso hace que genere soluciones de forma tan sencilla y natural, cuando antes le resultaba imposible.

– Está claro, Nacho – dije, deseando ya cambiar de tercio -. Quería hacerte una pregunta… Algunas de esas acciones mentales serán del pasado, los recuerdos, y otras del futuro, los planes. ¿Podrías ponerme un ejemplo de cómo vivimos un recuerdo?

– Buena idea – respondió, contento de que todo se fuera clarificando -. Pues el primer ejemplo que se me ocurre es la frase con la que César Augusto contaba sus batallas: «Vini, Vidi, Vinci», es decir, «Vine, Vi, Vencí».

– Jajaja. Qué bueno ¡Más claro imposible! – exclamé.

– Jajaja – Nacho dejó que nuestras risas se tomaran todo el tiempo que necesitaron y continuó -. Bueno, te pondré otro ejemplo. Vamos a tomar una frase que defina un recuerdo y nos fijaremos sólo en sus verbos. Déjame pensar… – miró hacia arriba un momento con el dedo en la boca y una leve sonrisa -. Sí, ésta misma: «Ayer llegué a la oficina más temprano para limpiar la bandeja de entrada de mi correo electrónico y por fin terminé la pila de trabajo de toda la semana anterior». ¿Te fijaste en los verbos?

– Sí, claro: «llegué, limpiar y terminé» – contesté, bromeando con el tono de un niño que dice la lección.

– ¡Muy bien, Luis! – respondió, siguiendo la broma con un tono de maestro orgulloso -. Lo relevante de cómo la persona vive ese recuerdo – continuó – es que se ve o se siente «llegando, limpiando y terminando» algo. El verbo «limpiar», por cierto, es una metáfora muy útil, porque define claramente lo que significa para esa persona responder a todos los e-mails – añadió -. Toma nota de la importancia de las metáforas – remató sonriendo, retomando el tono de maestro -. Son la mejor forma de precisar cómo se interpreta una acción.

– Sí, entiendo. – dije, muy atento a esa nueva idea de la metáfora-. La persona vive de nuevo ese momento que recuerda, y lo hace realizando esas acciones mentales.

– Justo – continuó Nacho -. Si nos fijamos bien en los verbos al escuchar, imaginaremos su mapa de forma más precisa y le comprenderemos fielmente. Ahora fíjate bien en esto – dijo, echándose hacia delante con una sonrisa de inteligencia -: La vivencia de esa persona podría ser parecida si cambiamos toda la situación y mantenemos los mismos verbos. Imagínate que dice, por ejemplo: «hace un rato llegué a mi cuarto con un trapo para limpiar las estanterías hasta que terminé». Igualmente, lo relevante es que la persona vive el recuerdo viéndose y sintiéndose llegar, limpiar y terminar.

– Uao. ¡Parece magia! Está clarísimo: Si mantenemos el significado de los verbos, mantenemos el significado de la situación. Ahora entiendo todo – dije, entusiasmado -. ¡Qué poderoso es fijarse en los verbos!

-«Si mantenemos el significado de los verbos, mantenemos el significado de la situación» ¡Brillante, querido alumno! – repitió Nacho con el tono de profesor aún más acusado. Los dos estábamos gozando del momento.

Nacho me miraba divertido. Bebió un poco más de su tónica y comió el pincho que nos habían dejado. Yo también. Era un pincho de tortilla delicioso. Me encanta cuando la hacen pochadita, con cebolla bien pasada y con un toque de ajo. Entonces se me ocurrió otro aspecto de este tema de los verbos. Me sentía como un niño ante un montón de tebeos nuevos. Toda aquel conocimiento era apasionante.

– Nacho, pero muchas veces no contamos cosas nuestras sino de otras personas, como cuando contamos lo que le sucedió a un amigo. ¿Qué pasa en ese caso? ¿Qué somos en ese momento?

– Pues pasa algo parecido, Luis – respondió -. Ése es el fenómeno que conocemos como empatia ¿No te suena? – dijo, con una sonrisa irónica.

– Jaja. Algo me suena, sí – respondí, riendo con ganas -. Pero es que nunca lo había visto así. La verdad que tu capacidad de conectar cosas tan archisabidas no deja de sorprenderme.

– Claro, hombre. Es una nueva perspectiva – dijo, con ese cariño sincero que siempre emanaba, el estado de un verdadero sabio -. Fíjate, podemos usar el mismo ejemplo: «Eduardo llegó a la oficina más temprano para limpiar la bandeja de entrada y por fin terminó la pila de trabajo de toda la semana anterior.»

Fíjate en lo que experimentas internamente al pronunciar internamente esa frase – dijo -. Técnicamente, eres capaz de concebir la experiencia del otro porque te pones en su lugar. Te ves y sientes llegando, limpiando y terminando como si fueras él o como si le vieras. Así funciona la empatía en nuestra mente.

– Está clarísimo – continué -. Cuando le imagino, le veo haciendo esas cosas y «siento» cómo las hace. Es como si, para pensar en lo que hizo y contártelo, me tuviera que convertir en él. Eso sí, yo le pongo mi propia interpretación a lo que hizo ¡No puedo leer su mente! – dije, sonriendo.

– Por supuesto – respondió Nacho -. Puedes verte haciéndolo con estrés, tranquilamente, con mezquindad, con bondad,… independientemente de cómo interpretara él la situación ¡Esa es la base de los malos entendidos! Dios nos dio empatía pero se olvidó de darnos la «lectura de mente» – dijo, divertido -. El caso es que en ese momento «sientes las acciones de la persona en que estás pensando» ¿Comprendes?

– Sí, sí – respondí-. Soy lo que yo pienso que él está haciendo y lo comprendo desde el papel que hago que represente – rematé.

– Por eso las neuronas que usamos para comprender al otro se llaman neuronas espejo – exclamó Nacho, haciendo el gesto de verse en un espejo, divertido -.

– … Y por eso dicen que cuando piensas con rencor sobre alguien es como si quisieras dañarle tragando tu propio veneno – añadí, riendo también -. Estás viviendo una realidad tenebrosa desde el papel que le haces representar, incluyendo su maléfica intención… ¡Tu imaginación se esfuerza en generar emociones venenosas!

– Muy bien. Lo has entendido perfectamente – concluyó, con un gesto que indicaba que quería cambiar de tercio -. Ahora, antes de acabar, pongamos de nuevo atención al aspecto del lenguaje, es decir, a los verbos ¿Hay algo más que desees aclarar? Son la herramienta para aplicar todo esto, tanto en coaching como en tu vida diaria, ya sabes.

– Sí. Hay una idea que me lleva un rato rondando – dije., era como una bombilla que no se apagaba – pero ahora se ha precisado.

– Pues dime – repuso Nacho.

– A veces me resulta difícil explicar algo – dije – y me parece que es porque uso demasiados conceptos, que son más difíciles de imaginar que los verbos.

– Pues muy posiblemente. La acción es lo más fácil de visualizar – afirmó Nacho -, mientras que los conceptos son una construcción compleja. Por tanto, si usas verbos en vez de conceptos, tu expresión se hace mucho más directa, más viva.

Fíjate cual de estas frases te suena mejor – dijo, haciendo una pausa -: «No confío en mí mismo» o «Me falta auto-confianza» ¿No te parece más directa, más fluida, la primera? Fíjate en cómo imaginas «auto-confianza» en la segunda frase. Aunque sea un concepto familiar, es una abstracción y, por tanto, no lo puedes imaginar con tanta vida. Los verbos, «confiar» en este caso, crean una imagen mucho más precisa y directa.

Mira este otro ejemplo – continuó -: «Continuar el desarrollo del proyecto era inasumible». Esos conceptos hacen que suene más hueco que «no podíamos asumir continuar con el proyecto». El segundo lo experimentas con más vida ¿No te parece? Es porque los verbos te transmiten una acción y eso es más fácil de imaginar que los conceptos.

– Ya entiendo este aspecto también – respondí -. Usar conceptos es un trabajo extra. El ser humano los puede construir, pero los verbos son mucho más directos, porque permiten que nuestra mente imagine acciones ¡Y lo mismo los que me escuchan! Me agradecerán que use menos conceptos y más verbos – dije, sonriendo.

– Veo que lo has comprendido muy bien y que generas nuevas ideas por ti solo – dijo Nacho, ya adoptando un modo de despedida -. A esto puedes unirle otra idea anterior: si quieres hacerte entender, no solo debes usar verbos, sino hacerlo con precisión. Ya viste que cambia mucho lo que transmitimos si se utiliza el verbo «decir» o verbos más precisos como «explicar» o «imponer». Ésta es la razón por la que muchas veces se pide al cliente de coaching que aclare un verbo. Por ejemplo, cuando preguntamos «¿qué significa para ti decir?» le estamos ayudando a aclararse qué significa para él o ella esa vivencia.

– Sí, entendido – concluí -. Es curioso, pero cuando uso bien los verbos me siento más congruente. Por ejemplo, puedo decir que estoy «viviendo» este momento, pero me siento mejor si digo que estoy «disfrutando» este momento… Y transmito mucho más.

– Excelente – dijo Nacho, con tono de conclusión -. Creo que has comprendido todo lo que hay detrás de los verbos.

– Está claro – resumiendo para permitir que Nacho se retirara satisfactoriamente -. Cuando uso bien los verbos, ayudo a que la persona imagine bien lo que le estoy contando. Igualmente, cuando le pido al cliente de coaching que aclare un verbo, le ayudo a aclararse a sí mismo la acción que se ve y se siente realizando. Esto le permite comprender mucho mejor esa situación que le resulta dolorosa – resumí, con la satisfacción de haber comprendido algo tan nuevo para mí.

Nacho se tenía que ir a recoger a su hija a casa de su hermana. Me dijo que lo estarían pasando de maravilla con un scalextric que acababan de comprar «¡Como el de nuestra época! ¿me dejas ir?», le dije, bromeando. Nos reímos con ganas. Nacho le preguntó al camarero cuánto era. Hice el además de pagar yo, pero él se adelantó. «Sólo faltaría, estás en mi tierra», dijo. Nunca olvidaré aquella mañana. Aquel nuevo mundo de los verbos me sirvió para meterme de forma más profunda en la vivencia de mis coachees y, en general, de todas las personas que me rodean. Más allá incluso, todo aquello me abrió a un río de ideas nuevas sobre cómo experimentamos la realidad en el asombroso mundo que alojamos en nuestro interior.

Gracias Nacho y gracias a ti lector por motivarme a escribirlo. Espero que lo hayas disfrutado.

 

 

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Mostrando 2 comentarios
  • María José Piñeiro
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    Muy buen artículo!!!estaré más pendiente del uso de los verbos… ☺

  • Mayte Becerra
    Responder

    Totalmente de acuerdo Daniel.
    Un artículo esclarecedor y descubridor, ahora estaré más atenta tanto cuando escuche como cuando hable.
    Gracia, muchas gracias!!!

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