Vida Salvaje de las emociones. Capítulo 6. Conversando con tus emociones
Un relato escrito por Daniel Álvarez Lamas
Gracias a Melisa Terriza, Renata Otero y Marian Cobelas por sus aportaciones.
Muchas veces, las emociones duelen. Esto sucede cuando se está dañando algo importante y tu forma de ver las cosas se ve superada. De ahí surgen el miedo, la tristeza o el enfado, que son el reflejo de la vieja estrategia animal de luchar o huir. Cuando una situación no está clara o es perjudicial para ti, el dolor dispara esas estrategias… Pero el ser humano puede superar sus desafíos con mejores estrategias que las puramente emocionales. El estado de serenidad es el preludio para responder de manera más plena a los desafíos, logrando fluir con ellos y convirtiendo el dolor en aprendizaje.
Recuerdo una tarde que conversé sobre esto con mi amiga Rosa. Ella siempre disfruta de hablar sobre las emociones. Todo empezó cuando me hizo la pregunta que refleja el dilema esencial de la gestión emocional:
– Hablando de emociones – comenzó Rosa – ¿Qué diferencia hay entre dolor y sufrimiento?
Bella distinción, pensé. Pero Rosa no me dejó mucho tiempo para encontrar la forma de abordarlo… Como solía hacer, se respondió ella misma.
– Siempre había entendido que el dolor es ‘obligatorio’ y el sufrimiento es ‘opcional’ – dijo, remarcando ambas palabras.– Por mi experiencia personal creo que es así… que te duela una emoción como la tristeza o el enfado es irremediable, pero sí que puedo elegir no sufrir por ella, aunque no es fácil. Es como si el sufrimiento viniera en una segunda oleada, que puedo esquivar si estoy muy atenta.
– Sí, exactamente – le respondí. – Es como cuando tienes fiebre. La tienes que pasar, pero puedes mantener tu buen humor, o al menos una buena actitud.
– Eso es, aunque con el dolor emocional es un poco más difícil – dijo, sonriendo. – Lo que me pasa cuando una situación me entristece es que me recreo en ella y me la cuento buscando llevarme la razón o sintiéndome culpable… y lo único que sucede es que la historia se retroalimenta y crece sin solución. Eso es lo que me lleva a sufrirla sin necesidad. La otra opción es aceptar la tristeza y mirarla de frente pero sin que me arrastre, sin perder mi estado de ánimo.
– Claro – asentí -. Es como si no te creyeras del todo la historia que crea tu mente y confiaras en que después de esa «fiebre» encontrarás otra perspectiva.
– Y además – continuó -, así puedo conocer mejor las raíces de mi tristeza, lo cual me permite conocerme mejor a mí misma. El antídoto ante las emociones es observarlas hasta que dejan de ser tan acuciantes. Entonces podemos descubrir una parte importante de nosotros que había detrás de ellas.
– Entiendo, Rosa –respondí –. Lo único es que normalmente la cosa no es tan fácil. Fíjate en lo que pasa cuando discutes con alguien . Como bien dices, lo normal es irte enfadado porque crees que tienes «la» razón o, si no, acabas sintiéndote culpable por no haber actuado bien. Cualquiera de estas emociones son una energía indomable que te enfanga al pensar en la situación ¡No las podemos subestimar!
– Tienes razón, Luis – repuso Rosa -. Cuando hay dolor emocional queremos luchar o huir ¡por mucho que sepamos que lo necesario es calmarse! – exclamó. – En ese momento es imposible tomar distancia para digerir lo sucedido y comprenderlo.
Cuando hay dolor emocional queremos luchar o huir. Estas son las estrategias animales que hemos heredado… Pero podemos desarrollar otras desde la calma.
– Así es – respondí. – ¡En eso, el ser humano es poco inteligente!.
– ¿Pero es que alguien dijo que el ser humano es inteligente? – me preguntó Rosa, riendo.
– ¡Por supuesto que no! – respondí. Y nos reímos con ganas.
– Jung decía – continué – que “si somos conscientes del propósito que tiene la emoción, podremos modificar la forma de pensar y sentir que la provoca”. Él dice que la emoción nos duele para llamar nuestra atención. Cuando nos paramos para comprenderla y respetarla, desde la calma y la curiosidad, podremos ‘conversar sosegadamente con la emoción’. Es entonces cuando podemos pensar la mejor solución.
“Si somos conscientes del propósito que tiene la emoción, podremos modificar el patrón de pensar y sentir que la provoca”. C. G. Jung. Esto nos permite conversar con la emoción que ha surgido.
– Sí, ya entiendo – dijo Rosa. – De esta manera, evitaremos revolcarnos en emociones que nos hacían sufrir y que ya no nos sirven. Pero, dime una cosa, Luis, ¿Qué quieres decir con conversar con la emoción?
Entonces recordé el caso de Samuel (del que hablé en un capítulo anterior) y pensé que sería ideal para explicarlo.
– Permíteme ilustrarlo con un ejemplo, Rosa – comencé. – Uno de mis clientes sentía una intensa rabia hacia su expareja durante su difícil proceso de separación. Al profundizar en ello durante nuestras sesiones de coaching, descubrió que lo que le torturaba realmente era un conflicto interno porque se había estado comportando de forma contraria a su verdadero propósito, que era el de salvaguardar el futuro de sus hijos y lograr una buena convivencia familiar.
– Entiendo, Luis. Debe haberlo pasado muy mal – dijo, incorporándose levemente hacia delante en su asiento.
– Sin duda – dije. – Fue difícil para él aceptarlo, ya que al principio se sentía culpable o hacía culpable a su pareja, pero llegó a un punto en que aceptó la situación y comenzó a esforzarse por mejorar. El matrimonio no podía recuperarlo, pero sí podía crear una buena convivencia con su expareja e hijos.
– Suena potente – replicó Rosa -, pero lo difícil es manejar el ruido interior para llegar hasta ahí. En esas situaciones te llevan los demonios. Es difícil dominar las emociones.
– No te quepa duda – contesté -. Cuando Samuel hablaba de su separación, era como si la emoción le hubiera conquistado y tuviera vida propia, haciéndole defenderse y justificarse de forma irracional.
– Comprendo. Qué doloroso. – asintió Rosa.
– No obstante – continué -, a lo largo del proceso, Samuel comprendió su auténtico propósito y a sí mismo. Fue entonces cuando se produjo la alquimia: la emoción se apaciguó. Esta comprensión le abrió los ojos a otras formas de defender ese propósito. A este proceso es a lo que le llamo la ‘conversación interna’.
– Claro, Gracias a esta reflexión se acepta la situación y tus propios actos – añadió Rosa. – Te das cuenta de que, sin querer, formabas parte del problema y cuando aceptas esto se aclara tu mente. En ese momento tocas tu punto tierno, tan duro como liberador, lo que te permite ver las cosas desde una nueva perspectiva.
– Exacto – asentí. – Después de esa revelación, surge una nueva forma de enfocar la situación. Es como cuando cambias el enfoque desde una cámara: descubres salidas que antes no podías ver.
– Sin duda, parece como si las emociones tuvieran vida propia – dijo Rosa pensativa, y se produjo un pequeño silencio.
– Sí, Rosa, es la vida salvaje de las emociones – le dije con una sonrisa.
Fue en esa época cuando comencé a usar esta expresión, que resultó aún más cierta según avanzaba en mi investigación.
La calma y el acompañamiento son las claves para cambiar la perspectiva, superar el dolor emocional y encontrar nuevas soluciones.
Unos días después, por las cosas del destino, me encontré con el protagonista del caso, Samuel. Habían pasado varios meses desde nuestra última sesión de coaching. Mientras paseaba por la Plaza de Abastos de Lugo, sentí que alguien me agarraba del brazo.
– ¡Luis! – me dijo.
– ¿Samuel?
– Claro ¿Quién si no? – me respondió. Parecía que se había quitado diez años de encima.
– ¿Cómo te va? – dije, sonriendo. Nos estrechamos la mano y luego me abrazó.
– Muy bien, la verdad. Oye, qué casualidad encontrarte. Hoy pensé en ti – compartió Samuel.
– ¿Ah, sí?
– Sí – repuso -. Hoy tomé un café con Maribel, mi exesposa. Ahora veo mi divorcio de forma completamente diferente ¡Me ayudaste mucho, Luis! – exclamó, para luego sonreír serenamente. – Las sesiones fueron un verdadero refugio dentro de un mar de tormentas. Necesitaba sentirme comprendido, acompañado, sin juicios, para sosegarme. Precisaba de alguien que me escuchara para escucharme.
– Gracias por decirlo, Samuel. Fue un placer compartir contigo ese desafío.
– Ese espacio me permitió pensar bien, Luis – añadió, mirándome con ternura -. Era como estar en un jacuzzi emocional.
– ¿Cómo un jacuzzi dices? ¡Jajaja! Qué bueno – repuse -. Me alegro mucho de escuchar eso, Samuel.
– Gracias a esa calma, mi pensamiento se aclaró y mi realidad dio un vuelco – explicó. – Aunque objetivamente la situación seguía siendo la misma, parecía que todo había cambiado.
– El mérito es tuyo, Samuel – le dije, sonriendo ante su entusiasmo.
– Luis, lo que haces es muy grande. Lo sabías ¿verdad? En aquel momento creo que no le di la importancia que tenía y no te lo agradecí lo suficiente.
– Solo soy un artesano con la mejor intención – le respondí.
El coaching es un oficio gratificante. Si haces bien tu trabajo, puedes marcar una gran diferencia. Proporcionas a las personas la distancia que necesitan sobre la situación, y experimentan tal sensación de espacio y de ligereza, que parece como si soltaran una enorme mochila.
A raíz de conversaciones como esta y otras que mantuve esa temporada, consolidé una técnica que te pongo debajo a la que llamé «conversación interna con las emociones», basada en las técnicas de PNL de Grinder y Bandler.
Es una forma de utilizar los principios de «las tres ces», el modelo que he explicado anteriormente y que tiene muchas aplicaciones.
Si deseas usarla contigo mismo/a, puedes hacerlo con plena confianza. Para ello, puedes primero leerla con curiosidad para comprender bien lo que se consigue con cada paso. Luego, crea un ambiente de calma para realizarla como si se tratara de una meditación.
Previamente, es ideal escuchar la grabación de relajación como la que facilito en un capítulo anterior.
Técnica de conversación interna para transformar tu emoción:
- Crea un estado de serenidad y calma. Para ello, puedes usar una grabación de relajación. Este inicio es crucial, pues será tu cinturón de seguridad.
- Piensa en esa situación difícil y siente en qué parte de tu cuerpo se localiza la emoción dolorosa.
- Concéntrate en esa parte del cuerpo y observa las sensaciones que acompañan a esa emoción. Puedes abandonar para ello el recuerdo de la situación en sí. Lo importante es identificar las características de esa parte del cuerpo.
- Sostén este proceso desde tu estado de serenidad, que sigue siendo tu cinturón de seguridad.
- Puedes precisar esa sensación: ¿Si esa emoción dolorosa tuviera forma, cuál sería? Puede ser una cosa, persona o figura ¿Qué color tiene esa forma? ¿Brilla o es opaca? ¿Hay algún sonido? ¿Es cálida o fría? ¿Pesa mucho o poco? ¿Es grande o pequeña?
- La neurociencia revela que nuestro cuerpo es el lugar donde suceden las emociones. Por ello, hacer esta «conversación» con el cuerpo es una excelente forma de gestionar las emociones.
- Desde ahí, con curiosidad y atención, puedes preguntarte ¿Para qué está ahí este dolor? ¿Qué quiere lograr o proteger? o ¿De qué me está avisando?
- En la mayoría de ocasiones, la claridad de ese momento te permite descubrir qué propósito alberga ese dolor. Verás que es algo importante para ti, pero que era imposible verlo debido al ruido emocional. Por ejemplo, el enfado surge habitualmente con el propósito de defenderte.
- Ahora puedes valorar ese propósito: «¿Sigo queriendo esto?» Puedes precisar: «¿Qué es lo que realmente quiero?» ¿Qué propósito me da la vida saludable que deseo?
- Desde la serenidad y la claridad, ese propósito podrá variar hacia una versión más saludable o podrá aparecer otro más importante. En el anterior ejemplo, puede surgir el propósito de defenderte mediante la asertividad (que implica respetar a la persona sin ceder en el problema) o puede primar el propósito de preservar el vínculo.
- Llega el momento de descubrir el nuevo camino ¿Qué puedo hacer para lograr ese propósito de forma saludable?
- Una vez aclarado el propósito al que deseas dar prioridad, tu mente es libre de explorar creativamente entre sus infinitas posibilidades.
- Finalmente, ¿Qué es lo primero que quiero hacer?
- Se trata de definir una acción concreta.
- Puedes anclar esta experiencia con una imagen, una frase y un gesto, para recuperar este estado y estas soluciones cuando sea necesario.
Si lo ves oportuno, puedes repetir esta técnica durante varios días, hasta que el efecto sea suficientemente profundo. En muchas ocasiones, es beneficioso realizarlo siete días seguidos.
En esta técnica, la calma, la conciencia y la solución van de la mano. Con ellas, surgen nuevos hábitos de pensamiento y emoción de forma auténtica, sin que queden deudas emocionales del pasado.
Desde luego, si eres coach, puedes integrar esta herramienta en tus sesiones cuando lo veas pertinente.