Vida Salvaje de las emociones. Capítulo 5. Conversando con tus emociones

 En Vida Salvaje de las emociones y los pensamientos.

Un relato escrito por Daniel Álvarez Lamas 

Gracias a Melisa Terriza, Renata Otero y Marian Cobelas por sus aportaciones. 

Muchas veces, las emociones duelen. Esto sucede cuando algo importante se está dañando y tu forma de ver las cosas se ve superada. De ahí surgen el miedo, la tristeza o el enfado, el reflejo de la vieja estrategia animal de luchar o huir. Cuando el camino no está claro o es perjudicial para ti, el dolor dispara esas estrategias… Pero el ser humano puede acabar viendo las cosas de una forma más serena y plena, para fluir y convertir el dolor en aprendizaje.

Recuerdo una conversación tomando café una tarde con mi amiga Rosa. Es una persona a la que le encanta reflexionar sobre las emociones. Llegado un momento, me espetó una pregunta que realmente es un dilema esencial:

– ¿Qué diferencia hay entre dolor y sufrimiento? ¿Cómo encajan con las emociones?– Me encantó la distinción y me dejó pensando. Pero Rosa no me dejó mucho tiempo… Como solía hacer, se respondió ella misma.

– Siempre había entendido que el dolor es ‘obligatorio’ y el sufrimiento es ‘opcional’ – dijo, remarcando ambas palabras.– Por mi experiencia personal creo que es así… que te duela una emoción es irremediable, pero, aunque no es fácil, sí que puedo elegir no sufrir por ella.

– Suena bien – le respondí. – Es como cuando tienes fiebre. La tienes que pasar, pero sin perder el buen humor.

– Eso es, aunque un poco más difícil – dijo, sonriendo. – Tengo dos opciones: la primera es recrearme en esa triste historia que me duele, lo que me lleva a sufrirla aún más, pues o bien quiero llevarme la razón o bien me siento culpable, o ambas cosas. La otra opción es aceptar la emoción de tristeza por ejemplo y sentirla sin huir de ella pero sin que me arrastre, como si fuera una fiebre. 

– Claro – asentí -. Es como si no te creyeras del todo la historia que crea tu mente y confiaras en encontrar otra perspectiva después de la fiebre… Muy buena la comparación.

– Y además – continuó -, así puedo conocer mejor las raíces de mi tristeza, lo que me permite conocerme mejor a mí misma. El antídoto ante las emociones es observarlas hasta que se desvanecen y eso nos da un premio: descubrimos una parte importante de nosotros que había detrás.

– Entiendo, Rosa. Lo único es que normalmente la cosa no es tan fácil. Fíjate en lo que pasa cuando discutes con alguien –respondí –. Como bien dices, lo normal es irte enfadado porque crees que tienes «la» razón o, si no, te sientes culpable por no haber actuado bien. Cualquiera de estas emociones son una energía indomable que te enfanga en tu interpretación de la situación ¡No las podemos subestimar!

– Tienes razón. Cuando hay dolor emocional queremos luchar, huir o escondernos ¡por mucho que sepamos que lo que necesito es calmarnos! – exclamó Rosa. – En ese momento es imposible tomar la perspectiva adecuada para masticar lo sucedido y comprenderlo.

Cuando hay dolor emocional queremos luchar, huir o escondernos. Estas son las tres estrategias animales que hemos heredado (a veces se dice solo «luchar o huir»)… Pero podemos desarrollar otras desde la calma.

– Así es – respondí. – ¡En eso, el ser humano es poco inteligente! – dije.

– ¿Pero es que alguien dijo que el ser humano es inteligente? – me preguntó, riendo.

– ¡Por supuesto que no! – respondí, y nos reímos con ganas.

“Si somos conscientes del propósito que tiene la emoción, podremos modificar el patrón* de pensar y sentir que la provoca”. C. G. Jung. Esto nos permite conversar con la emoción que ha surgido.

*Patrón de pensar y sentir es lo mismo que hábito de pensar y sentir.

– Jung decía – continué – que “si somos conscientes del propósito que tiene la emoción, podremos modificar el patrón de pensar y sentir que la provoca”. Esto significa comprender y respetar la emoción que nos ha surgido en una situación para observarla con calma y curiosidad. Esto nos permite ‘conversar sosegadamente con la emoción’ que antes nos estaba gritando para llamar nuestra atención – continué.

– Sí, ya entiendo – dijo Rosa. – De esta manera, evitaremos revolcarnos en emociones que nos hacían sufrir y que ya no nos sirven. Pero, ¿qué quieres decir con conversar con la emoción?

Entonces recordé el caso de Samuel (el que conté en el anterior fascículo) y pensé que sería un buen ejemplo.

– Te voy a poner un ejemplo, Rosa. Un cliente mío tenía mucha rabia hacia su ex pareja. Se estaban separando, una separación muy difícil. La solución a su rabia vino cuando se dio cuenta de que quería defender el futuro de sus hijos y su vida en familia… pero que lo que estaba haciendo iba en contra de ese propósito.

– Entiendo, Luis ¡Menudo drama! – me dijo, aumentando aún más su atención.

– Desde luego – continué. – Cuando se dio cuenta de que hasta entonces no había puesto atención suficiente a su familia comenzó a aceptar la situación y a dar lo mejor de sí mismo.

– Suena lógico, pero lo difícil es manejar el conflicto para llegar ahí. En esas situaciones te llevan los demonios. Es difícil dominar las emociones – repuso.

– No te quepa duda – contesté -. Cuando hablaba con él, era como si la emoción tuviera vida propia y quisiera defenderse, lo que le hacía justificar sus acciones.

– Entiendo ¡Cuánto sufrimiento! – asintió Rosa.

– Pero, a lo largo del proceso, Samuel comprendió su verdadero propósito y se comprendió a sí mismo. Entonces se produce un fenómeno curioso: la emoción se apacigua. Finalmente, esta comprensión le abrió los ojos a formas alternativas de defender ese propósito. A eso le llamo ‘conversación interna’ – respondí.

– Claro, Gracias a esta conversación aceptas la situación y te aceptas a ti mismo – contestó Rosa. – Te das cuenta, sin acritud, de que formabas parte del problema y tu mente se aclara. En ese momento tocas tu punto tierno, tan duro como liberador, y tomas otra perspectiva de forma natural.

– Exacto – continué. – Después de eso surge una nueva forma de enfocar la situación. No es posible mantener el mismo enfoque cuando cambias la perspectiva. Entonces surge una vía de salida imposible de ver antes.

– Sin duda parece como si las emociones tuvieran voluntad propia – dijo Rosa, y se produjo un pequeño silencio.

– Sí, Rosa, es la vida salvaje de las emociones – dije, sonriéndole.

Fue en aquella época cuando comencé a usar esta expresión, que resultó aún más cierta según avanzaba con mi investigación.

Calma y acompañamiento son las claves para superar las emociones difíciles

La conversación resultó inspiradora y, yo no sé si por las cosas del destino, unos días después me encontré con Samuel. Habían pasado dos meses desde nuestra última sesión de coaching. Iba paseando por la Plaza de Abastos de Lugo cuando sentí que alguien me agarraba del brazo.

– ¡Luis! – me dijo.

– ¿Samuel? – respondí.

– Claro ¿Quién si no? – me respondió. Era la misma persona, pero parecía que se había quitado diez años de encima.

– ¿Cómo te va? – dije, sonriendo. Nos dimos la mano primero y luego me dio un abrazo.

– Pues muy bien, la verdad. Oye, qué casualidad que te encuentre. Hoy pensé en ti.

– ¿Ah, sí? – le pregunté.

– Sí. Hoy tomé un café con Maribel – su ex-esposa – ¡Ahora veo de forma tan distinta lo de mi divorcio! Me ayudaste mucho, Luis. Quería decírtelo. Las sesiones fueron momentos de sosiego dentro de un mar de tormentas. Necesitaba sentirme comprendido, acompañado sin juicios, escuchado… Ese espacio me permitió pensar bien, Luis – afirmó, mirándome con ternura -. Era cómo estar en un jacuzzi emocional.

– ¿Cómo un jacuzzi dices? ¡Jajaja! Qué bueno – repuse -. Cómo me alegro de lo que me dices, Samuel.

– Gracias a esa calma vino la claridad de pensamiento y mi realidad dio un vuelco – explicó. – A pesar de que la situación, objetivamente, era la misma, me pareció como si todo hubiera cambiado.

– El mérito fue todo del pensador, Samuel – dije, sonriendo ante su vehemencia.

– Luis, lo que haces es muy grande. Lo sabías ¿verdad? – afirmó. – Creo que en aquel momento no le di la importancia que tenía y no te lo agradecí lo suficiente.

– Solo soy un artesano con la mejor intención – le dije.

La verdad es que el coaching es un oficio muy agradecido. Si haces bien tu trabajo, ayudas mucho. Le proporcionas a las personas la distancia que necesitan sobre la situación y ganan tal sensación de espacio ¡que lo notan en su cuerpo! Muchas veces notas cómo respiran más libres, con una sensación de alivio, sientes cómo se relajan… igual que si soltaran una enorme mochila.

A raíz de estas y otras conversaciones resumí unas nuevas notas sobre la técnica de la conversación interna con las emociones. Puedes usarla con confianza. Revísala primero con curiosidad y, luego, ponte un ambiente de mucha calma para realizarla como una meditación. Puede llevarte en torno a 15 minutos, después de la grabación de relajación inicial.

Técnica de conversación interna* para transformar tu emoción:

  1. Crea un estado de serenidad y calma. Si lo haces tú solo, puedes usar una grabación de relajación. Muy importante esta parte inicial, será tu cinturón de seguridad.
  2. Piensa en esa situación difícil y siente en qué parte de tu cuerpo se sitúa la emoción que te duele.
  3. Céntrate en esa parte del cuerpo y fíjate en cómo son las sensaciones de esa parte del cuerpo que acompañan a esa emoción, soltando el recuerdo de esa situación. Lo único importante es distinguir las características de esa parte del cuerpo donde sitúas la emoción.
    • Sostén este proceso desde tu estado de serenidad, sigue siendo tu cinturón de seguridad.
  4. Pregúntate para precisar aún más esa sensación: Si ese dolor en esa parte del cuerpo tuviera forma ¿Qué forma sería? ¿Qué color tiene? ¿Brilla o es opaco? ¿Distingues algún sonido? ¿Es cálido o frío? ¿Pesa mucho o poco? ¿Es grande o pequeño?
  5. Desde ahí, con curiosidad y atención, puedes preguntarte ¿Para qué está ahí este dolor? ¿Qué quiere lograr o proteger?
    • En la mayoría de ocasiones, la respuesta aparece como cuando dices «¿cómo no me habré dado cuenta antes?» y te permite ver todo con más distancia.
    • Este era el propósito de la emoción, el propósito que una parte de ti quería defender como fuera.
  6. Ahora puedes valorar: «¿Sigo queriendo esto?» Quizá sea algo parecido o sea algo muy distinto. Puedes precisar: «¿Qué es lo que realmente quiero ahora?» ¿Qué propósito me da la vida saludable que deseo?
    • Desde la serenidad y la claridad, aparecerá una nueva versión de tu propósito, actualizada, eficaz y saludable.
  7. Te propongo que descubras ahora ¿Cuáles con las claves para que ese propósito sea saludable y posible?
    • Una vez estás libre de los viejos patrones de pensamiento y emoción, tu mente es libre de buscar con creatividad entre sus infinitas posibilidades.
  8. Por último, ¿Qué es lo primero que quiero hacer?
  9. Si ahora te fijas en la figura que sentiste en esa parte del cuerpo ¿Ha cambiado? ¿Otro color? ¿otro brillo? ¿pesa distinto? ¿otra temperatura? ¿otro sonido?
  10. Ahora, puedes anclar esta experiencia con una imagen, una frase y un gesto, de forma que puedas recuperarla cuando sea necesario.
    • Puedes repetir esto cada día si lo ves necesario, hasta que el efecto suficientemente profundo. Muchas veces es bueno hacerlo siete días seguidos a la misma hora.

Calma, conciencia y solución van de la mano. De esta forma, surgen nuevos hábitos de pensamiento y emoción, y lo mejor es que lo hacen de forma auténtica, sin dejar deudas emocionales del pasado.

¿Tienes curiosidad por esta técnica? 

La fui modulando y perfeccionando a lo largo de los años a partir de los principios de la Programación Neurolingüística (de los estudios de Grinder, Bandler y Dilts, en particular) y de las investigaciones de neurociencia de Antonio Damasio. Hablo más sobre esto en más adelante, al tratar sobre tu mundo interior.


Nota de los autores:

Ojalá esto te ayude. Como siempre, te agradecemos que nos digas si hay algo que no se entiende, una errata o cómo mejorarlo en general, en daniel.alvarez@benpensante.com.
Si quieres saber más de la vida salvaje de las emociones, tienes en universos.es todos los demás fascículos.
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