Vida salvaje de las emociones. Capítulo 2. Una confesión y las fases del duelo
Un relato de ficción sobre el profesor Luis Castro
Gracias a Melisa Terriza, Renata Otero y Marian Cobelas por sus aportaciones
Te confieso que no he sido enteramente sincero. Debo contarte otra circunstancia que me impulsó a escribir sobre la vida salvaje de las emociones de forma aún más convincente.
A mis 50 años, la vida me sorprendió con un cáncer de colon, que ha ido ganando silenciosamente terreno dentro de mi cuerpo. Hace diez meses, cuando hice las pruebas y el doctor me dio el diagnóstico, le pregunté si era grave. Quedó callado un instante y me di cuenta de que no sabía qué decirme. Me respondió «Luis, mucha gente sale de esta», pero me daba cuenta de que la cosa pintaba mal.
Quien no ha pasado por esto no puede imaginar la mezcla de miedo, indefensión y rabia que se genera. Mi mente racional estaba colapsada y mis emociones estaban completamente desbocadas. Sabía que eso no ayudaba nada a luchar contra la enfermedad, pero no era capaz de evitarlo.
A pesar de que mis padres y amigos me quisieran ayudar, notaba que no sabían qué decirme ni cómo comportarse. Me sentía solo y vulnerable, como si me hubieran arrojado en el corredor de la muerte. Muchas veces, escuchas que la gente tiene enfermedades, pero, en el fondo, te parece que nunca te tocará a ti.
Siempre creí que todo lo que te pasa es por algo y para algo, pero, honestamente, en aquellos momentos lo único que quería era que todo esto fuera solo un mal sueño… Pero era realidad.
Esto me enfrentó a la pregunta que tantas veces me habían hecho: «¿Sirve para algo sentir esta rabia y esta frustración?». Superar la enfermedad era un desafío físico y emocional. Tenía que recuperarme, pero solo pensar en la palabra «cáncer» se me caía el mundo encima.
Cuando te dan la noticia significa un giro tan radical en tu vida que no te la quieres creer, pero al final no te queda más remedio. Lloré toda la pena que llevaba dentro hasta asumir que, lo quisiera o no, ese veneno iba a seguir dentro de mí.
Gracias a eso, tras los primeros días (o más bien semanas), pude superar el naufragio emocional. Necesité de toda mi serenidad y de largas meditaciones para lograr comprenderme y cuidarme hasta que logré aceptar la situación. Fue como la calma que llega después de la tempestad.
Creo que lo que me salvó de despeñarme por aquel vacío fueron los fogonazos de conciencia ante las tempestades de emociones y pensamientos que se desataban en mi interior. Observarlas con curiosidad desde mis meditaciones me permitió comprenderlas y asumirlas.
Esto fue la motivación definitiva para investigar la vida que hay detrás de las emociones, que pude comprobar que era verdaderamente «salvaje». Ya no era solo que quisiera ayudar a otras personas que pasaran por situaciones emocionales difíciles, sino que creía que esto me serviría para mi equilibrio emocional, tan importante para superar una enfermedad como esta.
Antes, cuando explicaba cuál era la función de las emociones, lo hacía con toda la solidez del conocimiento, pero ahora veo que era necesaria una experiencia suficientemente profunda como esta para comprenderlas con la mente y con el corazón. Había tenido circunstancias con las que lidiar durante mi vida, como todo el mundo, pero no había tenido un sobresalto que me sacudiera de esta manera. Extraer el aprendizaje de un pequeño bache emocional está muy bien, pero esto… Esto es jugar en otra liga.
Ahora entiendo que las emociones dolorosas pueden arrastrarte a una desesperación más allá de lo que puedes soportar. No hay racionalidad posible. Pero también pude comprobar que, si llegas a sostener ese dolor, una vez se han roto las esclusas de tu mente, se alcanza una comprensión de tu realidad interior que antes era impensable.
Las cinco fases emocionales para asumir un duelo:
Gracias a observar la vorágine emocional de mi enfermedad, pude distinguir en la práctica las 5 fases emocionales para asumir un duelo. Elizabeth Kubler Ross fue quien las identificó y describió. Dice que a veces alguna de estas fases no se da y que en ocasiones se pueden intercambiar.
Estas fases del duelo valen también para cuando tienes una ruptura amorosa, te quedas sin empleo o cualquier otro episodio traumático. De alguna forma, también vale para desengaños menos trascendentes. Puedes probar a ver si algo de esto te pasó al superar alguna dificultad emocional reciente:
Estas fases son una oportunidad para aprender a aceptar la vida tal como es y a no obligarla a ser como tú deseas que sea. Así superamos todos nuestros desengaños y dolores emocionales para convertirlos en desarrollo personal.
- Negación: sigues como si nada estuviera pasando porque no te atreves ni a acordarte del problema. A veces puede parecer que lo asumes pero lo cierto es que empiezas escapando de la realidad. Tu mente no lo acepta.
- Ira: sigues sin aceptar lo que te sucede, pero ahora te dices «¡es injusto!» y tu rabia crece en tu interior.
- Negociación: superas ese momento y tratas de lograr lo imposible por medios a veces ilusorios. Te dices que «seguro que hay una forma de evitarlo y la encontraré». Imposible, la realidad es terca como una mula y nos cansamos de luchar contra lo imposible.
- Depresión: te das cuenta de que no hay salida posible y de que tienes que afrontar este revés, pero aún no tienes fuerzas y sientes toda tu vulnerabilidad. Te sientes mártir.
- Aceptación: asumes y comprendes, con lo que logras madurar emocionalmente. Adquieres la suficiente fuerza para mirar a la cara a lo que te está sucediendo. Esa parte de ti que no lo asumía se da por vencida y tu mundo por fin crece, creando un espacio adecuado para aceptar esa nueva adversidad. Si el golpe ha sido duro, implicará también una enorme evolución emocional, que puede ampliar toda tu visión de la vida.
¿Sientes curiosidad? En los siguientes fascículos te explico cómo sirve todo esto para la gestión emocional en la práctica. En el siguiente capítulo puedes conocer cómo «el dolor te muestra el camino de la felicidad».
—————————————————————
Ojalá esto te ayude. Como siempre, te agradeceremos mucho que nos digas si hay algo que no se entiende, una errata o cómo mejorarlo en general. Mi email es daniel.alvarez@benpensante.com.