Epílogo 1: Amor y supervivencia
Gracias a Laila Ameijide y Paula Rey por su colaboración
Comprendemos algo cuando experimentamos su esencia.
Brian Weiss
El instinto lo llevamos genéticamente grabado, estamos creados para prestarle atención, pero con el amor no ocurre lo mismo. Al amor hay que escucharlo, hay que mimarlo y dedicarle tiempo y energía para comprenderlo, para integrarlo en todos los aspectos de nuestra esencia, para desplegarlo y permitirle y permitirnos que impregne nuestra vida. Todos tenemos alma, pero quién nos enseña a desarrollarla? ¿Dónde aprendemos a amar?
Andrea Alonso
Nacemos con el instinto de supervivencia, cuyo principal recurso es el miedo. Está grabado en el legado animal de la madre tierra. En cambio, el amor es una semilla que germina a lo largo de la vida.
Somos un ser consciente de su propia vida, capaz de admirar lo que le sucede, capaz de amarlo.
Gracias al amor, conectamos con la belleza infinita del universo hasta ser capaces de crearla por nuestros propios medios, convirtiéndonos en seres divinos.
El miedo es el milagro de la materia, mientras que el amor es un fenómeno emergente, algo con lo que nuestra naturaleza animal no contaba.
Amar es conectar con la esencia divina que hay detrás de todo.
El amor es un potencial que emerge a lo largo de la vida.
Aristóteles, en su Poética, propuso la catarsis como una forma de superar la tragedia humana. La catarsis es encontrarte cara a cara con tus miedos. Es un proceso de sanación que combina dos fuerzas: el temor y el amor (Aristóteles usa el término “compasión” en vez de “amor”, también usado por el budismo).
La primera necesidad animal es evitar la amenaza de la muerte. El instinto de supervivencia está activado por el miedo a morir. Esa es la primera fuerza que menciona Aristóteles. Ese instinto, a través de la evolución de las especies, acaba creando un mecanismo poderosísimo: la mente humana.
La realidad se ve sesgada por nuestra mente, que se ocupa de avisarnos de cualquier cosa que amenaza nuestra supervivencia. La mente diseña todas las argucias necesarias para proteger al “yo”, impulsada por el miedo a dejar de existir.
Pero en ese camino del ser humano surge otra fuerza: una poderosa sensación llamada amor que no tiene nada que ver con la mente ni con el miedo. Estamos hablando del amor desinteresado, el que no necesita nada a cambio. Es la sensación de conexión con los demás y con el mundo, que da sentido a la vida más allá de bienes materiales e intereses personales.
La supervivencia es lo que, como animales, nos condiciona en todo momento, el amor es lo que nos conecta cada vez más con nuestra esencia. Ambas fuerzas están siempre presentes, aunque van intercambiando su protagonismo a lo largo de la vida. El amor es la fuerza que nos impulsa a la evolución, para alcanzar formas de supervivencia que sean más congruentes con esa unión universal.
El amor a lo que nos rodea es lo que nos motiva a pasar de la lucha a la confianza, a descubrir que no hay nada de lo que huir.
El amor, la vinculación íntima con los demás y con lo que nos sucede, nos permite expandir nuestra conciencia, con lo que comprendemos nuestro entorno en vez de temerlo.
El amor nos lleva a superar el imperio del “yo” y a vivir la realidad del “nosotros”, a sentirnos unidos al todo al que pertenecemos. Vemos la bondad que hay detrás de la amenaza, en el interior del otro y de nosotros mismos/as. El amor nos permite admirar el arte, la belleza y la armonía en todo lo que nos rodea. El miedo no tiene nada que ver con eso.
Llega un momento en la vida en que sobrevivir no está ya por encima de todo, sino que es una parte del juego universal. Amar es tan precioso que no lo podemos cambiar por solo existir, por solo sobrevivir. Esa es la grandeza humana, la que nos permite nuestros estados más elevados.
Cuando amas en el sentido más bello de la palabra, descubres que es la más poderosa estrategia, la que te permite sumergirte en la realidad que hay fuera de ti y comprenderla con absoluta confianza, algo que la mente nunca podrá entender.
El amor no olvida la supervivencia individual, sino que la trasciende. Dejas de ser un insignificante individuo para convertirte en pura vida. El amor rompe las cadenas del miedo.
El amor es la única respuesta al sentido de la vida, nuestra conexión con la esencia de la que venimos y a la cual volveremos. Sólo tenemos que aprender a desplegar el amor como forma de vida. Esta metamorfosis es el culmen de la esencia humana.
El amor es la fuerza que construye el camino del ser humano
El amor nos lleva por tres etapas, cada una de las cuales es una expresión más completa de la vida que llevamos dentro, de nuestra esencia:
- En primer lugar, el amor nos permite apostar por la supervivencia en grupo en vez de la supervivencia individual. Esta es una mejor estrategia para la supervivencia, lo que nos permite una menor ansiedad y un mayor desarrollo mental.
Y sentimos el orgullo de pertenencia, la primera forma de entrega plena de nuestra individualidad.
- Después, el amor nos conecta con algo más profundo: nuestros valores. Es un nuevo paso, pues con ellos podemos, si es necesario, liberarnos de las expectativas de la sociedad o del grupo. Esto sigue sirviendo a nuestra supervivencia física, pues logramos una mayor madurez mental y emocional. La conexión con los valores permite al ser humano pensar con mayor claridad, comprender muchas realidades más sutiles, ser más sabios.
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- Pero aún queda una etapa en la evolución de nuestra capacidad de pensar y sentir: acabamos sintiendo que esos valores no son algo individual sino que nos conectan plenamente con los demás y con todo lo que nos rodea. Llegamos a amar a todo lo vivo, al enorme ser del que formamos parte, que podemos llamar naturaleza, dios o universo.
De esta forma, a lo largo de estas etapas, el amor nos lleva a la trascendencia, la gran sabiduría, pues despliega la máxima expansión de nuestra mente en conexión con la plena comprensión de nuestros sentimientos. Llegamos a esas verdades que el instinto de supervivencia jamás alcanzaría, aquellas que solo alcanzamos con nuestra intuición más sutil, la que germina en cada una de estas etapas gracias a la fuerza universal: el amor.
Hemos aprendido toda la vida que el corazón tiene razones que la razón desconoce o, lo que es lo mismo, que el amor tiene razones que la supervivencia desconoce. La sabiduría necesita de una sensibilidad que va más allá de lo intelectual. No puedes comprender la vida mediante conceptos, solo la puedes vivir, experimentar y sentir. La sabiduría última necesita del desarrollo de nuestra alma.
Cuando se habla del amor como de una frivolidad o como algo poco práctico o alejado de la realidad, solo es la voz de la mente instintiva, aquella que desconoce la evolución que el ser humano despliega en su vida gracias al amor.
Sea cual sea tu momento, sea cual sea tu circunstancia vital, en el amor encontrarás la respuesta profunda y una solución práctica. Solo debes aprender (o recordar) cómo hacerlo.