Vida Salvaje de las Emociones. Capítulo 7 ¿Cuál es el origen biológico de las emociones? Instinto, hábito y emoción

 En Vida Salvaje de las emociones y los pensamientos.

Las emociones son el resultado de la evolución de los instintos, el mecanismo que ayuda al ser vivo a sobrevivir. Instintos y emociones son la fuente de la motivación de nuestros comportamientos y pensamientos.

Los pensamientos influyen a su vez en las emociones, en un continuo juego al que hemos llamado la vida salvaje de las emociones.

Las cuatro fases de la evolución del instinto, hasta desarrollar las emociones humanas.

Tanto los instintos como una particular evolución de ellos, las emociones, son resultado de la motivación por excelencia: la gestión de la vida (es decir, la supervivencia). El instinto animal ha evolucionado en cuatro fases hasta desarrollar las emociones humanas siempre para adaptarse mejor a las condiciones del entorno. Lo importante de este estudio es ver cómo en nuestro día a día se manifiesta cada fase de esta evolución animal.

  1. Todo comenzó cuando surgieron los seres unicelulares con sus reacciones instintivas. No tenían emociones, sino que reaccionaban según sus instintos. Son como «disposiciones automáticas». Por ejemplo, si tocaban algún obstáculo o sentían un entorno tóxico, cambiaban de dirección por medio de sus diminutas patitas (cilios). Si detectaban un entorno nutritivo, se movían hacia él.
    • En el ámbito humano, los instintos son la raíz de los hábitos de nuestro día a día
    • Los hábitos son fundamentales en nuestra vida. Gracias a ellos, podemos repetir aquello que hemos aprendido que nos va bien sin necesidad de pensar en ello. Sería una locura si necesitáramos constantemente decidir de nuevo todo lo que debemos hacer. Levantarnos de cama y llegar a abrir la puerta de la habitación nos llevaría horas.
    • Afortunadamente, podemos realizar automáticamente aquello que necesitamos hacer, al tiempo que pensamos en cualquier otra cosa (por ejemplo, en lo siguiente que queremos hacer). La mayor parte del día actuamos por hábito.
  2. El siguiente paso biológico se produjo muchos millones de años después y lo representan los reptiles. Ellos integraron el principal resorte del comportamiento animal: el binomio del placer y el dolor. Cuando hacer algo es positivo para su supervivencia, el reptil siente placer de hacerlo y lo hace. Si algo es negativo, siente dolor ¡Lo mismo nos ocurre a nosotros!
    • Dolor y placer son los principales motivadores de nuestro comportamiento, un grado por encima de las emociones. No provocan un comportamiento tan automático como el puro instinto (hábitos) pero casi. De hecho, se llama «sistema de recompensa» y suele compararse con la estrategia del palo y la zanahoria que se usa con los caballos.
    • Sentimos dolor al perder algo que deseamos, o al correr el riesgo de perderlo. Sentimos placer al conseguir algo que deseamos, o al tener la oportunidad de conseguirlo,
    • El dolor es un gran maestro, pues nos obliga a prestar atención. Gracias a él, nos damos cuenta de que tenemos una enfermedad, pero también nos avisa cuando estamos perdiendo una amistad a la que no estamos cuidando como merece.
    • Dolor y placer pueden ser el reflejo tanto de los deseos más instintivos como de los propósitos más trascendentes y solidarios.
  3. En épocas evolutivas recientes, surgieron los mamíferos, que desarrollaron, a partir del dolor y el placer, un abanico de emociones primarias. Estas emociones les guían para elegir de forma precisa el comportamiento a realizar.
    • Hay consenso en que las emociones primarias son: el miedo, la tristeza, el enfado, la alegría y el asco, junto a la sorpresa (a veces cuestionada). Paul Eckman incluye el desprecio.
    • Estas emociones permiten dar un mayor abanico de respuestas que el dolor y el placer. El instinto de supervivencia elegirá la emoción más adecuada para cada situación determinada. Evolutivamente, los mamíferos son animales mejor preparados para la adaptación que aquellos que no tienen emociones.
    • En nuestro día a día, por ejemplo, si tu jefe te dice que tu trabajo «no es propio de ti», esto te produce dolor, pero puede transformarse en distintas emociones, como el enfado hacia él, la tristeza por no lograr el resultado o el coraje (una emoción no primaria) para hacerlo de nuevo y mejor. Cada una de estas tres emociones generan un «programa de reacciones» muy distinto.
    • Esa es la función de las emociones: son programas de reacción que tenemos integrados en nuestro «software mental». En el ser humano, las emociones se sienten en el cuerpo y son interpretadas por la mente. Es decir, son sensaciones físicas que la mente interpreta para saber cómo actuar, de ahí la relación entre emociones y pensamientos. 
    • Es conveniente destacar que las emociones y el binomio del placer y el dolor son mecanismos del gran edificio del instinto animal, igual que los hábitos. El instinto no es más que la naturaleza actuando dentro del animal para que brote la vida. Por eso decimos que la madre de todas las motivaciones es la gestión de la vida.
  4. El ser humano es, por ahora, el final de esta evolución. Por su gran orientación social (que deriva en cosas tan importantes como el pensamiento, el lenguaje y la cultura), la especie humana desarrolló las emociones sociales, como, por ejemplo, la vergüenza, la envidia, la soberbia, el respeto, el coraje, el humor o la simpatía, así como las emociones trascendentales como la bondad o el amor.
    • La principal ventaja competitiva de la especie humana es la conciencia de dichas emociones, es decir, te das cuenta de que las sientes. Esto forma parte de la auto-conciencia, punto de partida también del pensamiento.

¿Para qué sirve ser consciente de las emociones? 

«Darse cuenta» de las emociones que tenemos y de las que queremos es la base de la inteligencia emocional. 

Gracias a ella, el ser humano puede reprimir las emociones, modularlas o transformarlas para que nuestro comportamiento se adapte mejor a lo que deseamos en cada momento. Lo menos aconsejable es reprimirlas, aunque es imprescindible en muchas ocasiones. A largo plazo, debemos usar técnicas para modularlas y transformarlas

La gestión de las emociones es la base de nuestra vida, pues nos pueden llevar tanto a los episodios más retorcidos como a los más sublimes, como sucede con las experiencias espirituales de amor, armonía y gozo.

Siempre me ha parecido que para aprovechar nuestra capacidad de auto consciencia nos falta un paso en nuestra evolución: alcanzar la calma, la paciencia y la serenidad. Solo con ellas podemos navegar con elegancia en la vida salvaje de las emociones.

Para mí, significan el reto más motivador de nuestra vida.

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