Vida Salvaje de las Emociones. 1º fascículo. Los fundamentos.

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Un relato de Daniel Álvarez Lamas 

Gracias a Melisa Terriza, Renata Otero y Marian Cobelas por sus aportaciones

La soledad de mi despacho es el espacio perfecto para escribir. Me encanta tomar a pequeños sorbos mi taza de té mientras miro la hoja en blanco. Siento la emoción de comenzar a garabatear en ella.

Desde mi ventana miro la muralla que rodea mi ciudad, Lugo, mientras comienzo con mi ritual de relajación. Respiro con calma y permito que una sensación placentera recorra todo mi cuerpo… primero la cara, luego la cabeza, luego la nuca … Se va extendiendo una intensa sensación de quietud. Me imagino que es como se siente la arena de la playa al ser acariciada por las olas.

Me llamo Luis Castro. Soy profesor de Filosofía en el Campus universitario de Lugo. No soy filósofo de casualidad, sino que desde pequeño tengo una enorme curiosidad por conocer lo que nos mueve, por saber de dónde venimos y para qué existimos… Me apasiona el imprevisible comportamiento humano, quizá por la necesidad de comprenderme a mí mismo. Todo eso ha ido conformando mi profesión, o más bien, mi pasión.

Este es un momento especial de mi vida, pues, por las razones que os voy a contar, me siento llamado a una misión trascendental, la de explicar a fondo la Vida Salvaje de las Emociones, esa vida interior que nos hace vibrar y sufrir, la que nos tortura o da sentido a nuestra existencia.

Desde siempre me agradaron las preguntas de los alumnos. Cuando las plantean con curiosidad, yo disfruto… y más cuando son de enjundia como la pregunta de:  “¿Para qué tenemos emociones? ¡No hacen más que complicarme la vida!”.

Me han hecho esta pregunta muchísimas veces y siempre contesto en torno a la misma idea: que todas las emociones existen para algo, que implican una realidad que hay que escuchar. Tus emociones son el envoltorio de un mensaje que necesitas para crecer.

Pero ha llegado un momento de mi vida en que esta pregunta significa algo muy diferente. A mis 50 años, la vida me sorprendió con un giro inesperado en forma de un cáncer de colon, que ha ido ganando silenciosamente terreno dentro de mi cuerpo.

Hace seis meses, cuando hice las pruebas y  el doctor me dio el diagnóstico, le pregunté si era grave. Quedó callado un instante y me di cuenta de que no sabía qué decirme. Cuando me respondió «mucha gente sale de esta» yo ya había entendido que la cosa pintaba mal.

Esto me hizo enfrentarme a esa pregunta sobre el propósito de las emociones en primera persona, de forma descarnada e íntima: «¿Sirve para algo sentir este rencor y esta frustración?». Este se ha convertido en uno de los principales desafíos de mi vida y creo que vale la pena contarlo.

Te voy a ser sincero, al principio, me daba igual el ‘para qué’, pues lo que realmente quería era que esto no me estuviera pasando a mí. A pesar de que mis padres y amigos me quisieran ayudar, notaba que no sabían qué decirme ni cómo comportarse. Me sentía solo y vulnerable, como si me hubieran arrojado en el corredor de la muerte. Creo que lo único que me salvaba de despeñarme por aquel vacío era mi asombro por la tempestad de emociones y pensamientos que pueden desatarse en nuestro interior.

Siempre escuchas que la gente tiene enfermedades, pero, en el fondo, parece que nunca te tocará a ti.  Cuando te dan la noticia significa un giro tan radical en tu vida que te resistes a asumirla. Lloré toda la pena que llevaba dentro hasta hacerme consciente de que, lo quisiera o no, este veneno iba a seguir dentro de mí.

Mi curiosidad me permitió ver el rosario de emociones que se sucedían en mi interior. Gracias a eso, no se adueñaron de mí. Necesité de toda mi serenidad y de largas meditaciones para lograr comprenderme y cuidarme hasta que logré aceptar la situación. Fue como la calma que llega después de la tempestad.

Esto me inspiró para investigar la vida que hay detrás de las emociones, una verdadera «vida salvaje» en nuestro interior. Creía que esto me ayudaría a superar el dolor emocional y, al mismo tiempo, quería ofrecerlo a quien lo pudiera necesitar. Era un impulso que nacía de mi enfermedad, como si ese cáncer fuera parte de un plan para mi vida.

Antes, cuando explicaba cuál era la función de las emociones, lo hacía con toda la solidez del conocimiento, pero creo que aún no tenía experiencias suficientemente profundas. Había tenido circunstancias con las que lidiar durante mi vida, como todo el mundo, pero no había tenido un sobresalto que me sacudiera de esta manera.

Extraer el aprendizaje de un pequeño bache emocional está muy bien, pero esto… Esto es jugar en otra liga. Ahora entiendo que las emociones dolorosas pueden arrastrarte a una desesperación más allá de lo que puedes soportar. No hay racionalidad posible. Pero pude intuir que, si llegas a sostener ese dolor, una vez se han roto las esclusas de tu mente, se alcanza una comprensión de tu realidad interior que antes era imposible.

Así que, por decisión propia, me retiré para estar solo en mi despacho de la universidad. Allí quería descifrar los secretos tras las emociones: Si la naturaleza es tan sabia ¿para qué crear esas emociones que parecen solo un instrumento de tortura? Quería tener una respuesta contundente y práctica que me convenciera desde el pensar y el sentir.

Para ello, reuní los libros y apuntes que había acumulado durante tantos años y que siempre había deseado estudiar con más detalle. Gracias a la baja por enfermedad, tenía tiempo para dedicarme a la investigación. Durante meses, me sumergí en el pensamiento de mis más apreciados autores de psicología, como Maslow, Jung, Loevinger, Wilber, Kegan, Csikszentmihalyi (¡enhorabuena si has podido decir este apellido a la primera!), Grof y Eckman; neurocientíficos como Damasio y Llinás y biólogos como Dawkins y Lipton.

Estudiándolos con detenimiento, descubrí que había un acuerdo tácito en torno a unos mismos principios.

Surgieron así los principios de la vida salvaje de las emociones, que pude resumir en estas conclusiones:

Principios de la vida salvaje de las emociones 

  1. Las emociones son un fenómeno animal que tiene consecuencias en nuestra vida y en nuestro pensamiento.
    • Somos mamíferos y tenemos las mismas emociones básicas que ellos.
    • Esas emociones nos hacen pensar de forma muy distinta a cuando estamos en estado de serenidad. Por eso, después de un ataque de ira solemos decir «¿Cómo fui capaz de decir (o hacer) eso?» ¡Es como si fuera otro yo!
    • Tenemos consciencia para superar estas emociones, pero nos falta paciencia.
  2. Las emociones son reacciones que quedaron instaladas a partir de la experiencia. Por ejemplo:
    • Si algo te causó miedo, ese miedo queda registrado para emerger ante una situación parecida. 
    • Si tuviste una buena experiencia cantando en la fiesta de fin de curso, puede que te entusiasmes cuando tengas que hablar en público. 
  3. Las emociones son estrategias que la naturaleza creó para sobrevivir.
    • La tristeza te avisa de que se daña algo importante.
    • El enfado te da agresividad y fuerza para combatir.
    • El miedo te permite correr más rápido.
    • La alegría te permite conectar con los demás en momentos adecuados y motivarte, etc.
  4. Eso no quiere decir que las emociones siempre te beneficien.
    • Porque son reacciones automáticas y en muchas ocasiones crean un efecto contraproducente.
    • Sobre todo en un entorno social, en que la comunicación es siempre algo delicado.
    • Las emociones no se adaptan, pues son una estrategia cerrada.
  5. Tú puedes cambiar tus emociones a partir de tus experiencias y de tu imaginación.
    • Las reacciones emocionales se crearon para ayudarte, pero en muchas ocasiones acaban haciéndote daño.
    • La buena noticia es que tú puedes crear nuevas experiencias para cambiarlas … y puedes aprender a dirigir ese cambio desde tu imaginación.
    • ¡Sí, tu imaginación puede crear verdaderas experiencias que transforman las emociones! La PNL (Programación Neurolingüística), entre otras disciplinas, te permite imaginar situaciones que cambian radicalmente tu vida emocional.

Todo ello nos lleva a una cuestión básica para entender las emociones…

¿Cuál es la relación entre emoción y pensamiento?

Pensar es la gran ventaja competitiva del ser humano, pero jamás lo puedes hacer sin sentir. Cada cosa que piensas te hace sentir cosas y, a su vez, lo que sientes influye en lo que piensas. Un círculo vicioso… o virtuoso:

Solo puedes pensar bien si te sientes en el estado emocional adecuado.

No piensas lo mismo con tristeza que con odio o con calma. Cada una de las emociones puede ser adecuada para una situación dada, aunque, para el pensamiento de máxima calidad, el estado ideal es el de la serenidad, aquel similar a la meditación, en que se integran corazón y razón hasta las capas más profundas de tu cerebro. 

Podrás generar incluso intuiciones geniales si anímicamente estás en tu mejor versión.

Es por esto que a veces utilizo el término «pensar-sentir» en vez de «pensar» a secas, pues existe el riesgo de olvidar la íntima relación entre ambas cosas y la decisiva influencia de la emoción cuando pensamos sobre cualquier cosa.

Gracias a mi enfermedad, también pude distinguir en la práctica…

Las 5 fases emocionales para asumir un duelo ¿Te interesan?

Como has podido ver, mi enfermedad me llevó por varias fases. Elizabeth Kubler Ross las describe con acierto, son las que te pongo a continuación. Dice que a veces alguna de estas fases no se da y en ocasiones se pueden intercambiar. Estas fases del duelo valen también para cuando tienes una ruptura amorosa, te quedas sin empleo o cualquier otro episodio traumático.

De alguna forma, también vale para desengaños menos trascendentes. Puedes probar a ver si algo de esto te pasó al superar alguna dificultad emocional reciente.

  1. Negación: sigues como si nada estuviera pasando porque no te atreves ni a acordarte del problema. A veces puede parecer que lo asumes pero lo cierto es que empiezas escapando de la realidad. Tu mente no lo acepta.
  2. Ira: sigues sin aceptar lo que te sucede, pero ahora te dices «¡es injusto!» y das rienda suelta a tu rabia.
  3. Negociación: superas ese momento y tratas de lograr lo imposible por medios a veces ilusorios. Te dices que «seguro que hay una forma de evitarlo y la encontraré». Imposible, la realidad es terca como una mula y nos obliga a aceptar, a comprender y, con ello, a madurar. No hay vuelta atrás.
  4. Depresión: te das cuenta de que no hay salida posible a esa tragedia y de que tienes que afrontarlo, pero aún no tienes fuerzas y sientes toda tu vulnerabilidad. Te sientes mártir.
  5. Aceptación: asumes y comprendes. Adquieres la suficiente fuerza para mirar a la cara a lo que te está sucediendo. Esa parte de ti que no lo asumía se da por vencida y tu mundo por fin crece, creando un espacio adecuado para esa nueva circunstancia tan adversa. Esto implica también un enorme cambio emocional, que puede no solo afectar a esa situación sino a toda tu visión de la vida.

Estas fases son una oportunidad para aprender a aceptar la vida tal como es y a no obligarla a ser como tú deseas que sea, lo cual es la fuente de todos nuestros desengaños y dolores emocionales… y de nuestro más poderoso crecimiento personal.

 

¿Sientes curiosidad? En los siguientes fascículos te explico cómo me sirve todo esto para la gestión emocional en la práctica. En el siguiente capítulo puedes conocer cómo «el dolor te muestra el camino de la felicidad».

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Ojalá esto te ayude. Como siempre, te agradeceremos mucho que nos digas si hay algo que no se entiende, una errata o cómo mejorarlo en general. Mi email es daniel.alvarez@benpensante.com.

 

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Mostrando 3 comentarios
  • Isis Abreu
    Responder

    extraordinario! fantástico!

  • Joana do Nascimento Pennacchi
    Responder

    Soy Joana del Brasil e esty hacendo el curso mediador de conflitos.
    Usted tiene algun materia sobre la origem de las emociones relacuonadas as atividades do
    cerebro trino? Reptiliano, limbico e neocortex. conceito da neurociencia.

    • Daniel Álvarez Lamas
      Responder

      Hola Joana. Disculpa que no vi antes tu comentario. Describo con detalle la influencia de los «tres pisos» del cerebro en el libro «Cómo pensar bien. PNL para gestionar conflictos y multiplicar tu creatividad».

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